Tras la confusa muerte de Renzo, su gran amigo Julián se encierra en su cuarto sin entender qué fue lo que pasó. Es entonces cuando conoce a El Chili, que le enseñará a superar las dificultades y a conectarse con la vida. El amor adolescente, las relaciones familiares y el uso de las redes sociales son algunos de los temas que aborda “Mi amigo hormiga”, una obra de teatro musical orientada a adolescentes, jóvenes y adultos que tendrá su segunda y última función esta noche, a las 21.30, en el Centro Cultural Virla (25 de Mayo 265).
Obras teatrales para la familia en el Virla y en el Rosita ÁvilaEl proyecto comenzó en 2019, cuando Cynthia Gómez (FonArte Producciones), quien además es la directora musical de la puesta, convocó a Alejandro Gómez Madrid para la dirección general. El resultado lleva a escena a un elenco integrado por Martín Roldán, Nito Valdés, Valentina Oyola, Cristian Aban, Marta Bongiovanni, Camila Veliz Paz, Celeste Tríbulo y Nico Zar en una propuesta de fuerte actualidad social, escrito por los mendocinos Diego Oria y Jorge Soldera.
“En un principio no me gustó la obra. Con el tiempo las conversaciones volvieron a aparecer pero de una manera diferente, casi parecía que se tratara de un proyecto distinto, como si se tratara de algo que hubiera sido escrito para que yo lo dirigiera, según lo sentí (lo que no quiere decir que así haya sido). Cuando entramos en cuarentena por la pandemia de covid todo lo que queríamos hacer se vio detenido y hubo que inventar el cómo sostenerse desde un nuevo lugar. Y ‘Mi amigo hormiga’ fue afectado por ese contexto. Hoy tenemos un entusiasmo renovado, un empuje más arrollador que hace tres años, cuando se comenzó a pensar en esta obra para la provincia. Me había enamorado de mi elenco, lo que te hace sentir prisa por llegar al ensayo. Pretendemos hacer arte, aunque la producción tiene el propósito de concientizar ciertas problemáticas en adolescentes, jóvenes y sobre todo en los padres de adolescentes”, destacó el director.
El primer disfrute de Gómez Madrid con el musical en tanto estética fue de niño espectador: de “Oliver”, “La novicia rebelde” y “Tom Thumb” pasó a la ópera rock. “Me pasaba las siestas sentado en la mesa del comedor con mi hermano mayor. Mientras él escribía partituras para musicales de su autoría, yo escribía teatro para adolescentes. Y ese es el otro atractivo que tuvo la obra. Su universo estuvo presente desde siempre en mi vida, escribiendo, dirigiendo o enseñando… Soy psicólogo de adolescentes y de jóvenes un poco más grandes, y la obra plantea problemas que suelen aparecer en esos grupos etarios y que la sociedad elige pensar que no se trata de algo por lo que debería preocuparse. El modelo hegemónico te muestra a los adolescentes como un producto comercializable, como gente que solo sirve para divertirse, que ve el mundo de manera superflua bajo un estereotipo. Los problemas de ellos están negados al igual que sus sufrimientos”, advierte.
Esa mirada simplista difiere de lo que pasa en la realidad. “En el imaginario del adulto, la vida del adolescente está desprovista de vicisitudes y no debería quejarse de nada porque lo tiene todo, lo que implica un punto de malestar para quienes no pueden alcanzar ese modelo que desde la televisión se les ofrece. Noto a los chicos muy perdidos actualmente, no están encontrando un referente que deberían hallar en los adultos y en lugar de eso se estarían encontrando con adultos que pretenden ser adolescentes”, alerta desde su rol profesional.
Así, “Mi amigo hormiga” trata acerca de los vínculos familiares y entre pares, pero lejos de estar banalizados o convertidos en un divertimento superficial. “La verdadera obra no es la que ocurre en el escenario sino la que se construye en la cena o en el café que tome el espectador después de verla, porque necesita una conversación posterior. Aborda la vida…”, sentencia, y detalla: “toca el amor adolescente, el embarazo adolescente, el ciberbullying…”.
“Cuando un director toma un texto teatral tiene una gran responsabilidad frente a él ya que debe posicionarse frente a lo que está leyendo; es algo que aprendí de quién fue uno de mis maestros, Rafael Nofal. Uno de los personajes termina asumiendo que las opciones que tiene son un mundo imperfecto o la nada, frente a las respuestas ilusorias para encontrar una perfección inexistente, que suelen desmoronarse y subsumirnos en una angustia tremenda”, dice.
Un abordaje social y dentro de la institución escolar adecuado de los temas que trata el texto se evidenciaría “cuando la tendencia a que disminuya la violencia y las agresiones se vuelva factible de registro, pero noto que -por el contrario- están en aumento; el problema no está siendo identificado correctamente y las soluciones que se están ideando no resultan efectivas, falta profundizar en sus causas”, subraya. Y considera que “con las redes sociales, lo que más rápido se propaga es la ignorancia, y hay que aprender a separar lo que es el conocimiento del sentido común del otro que es respaldado por teorías científicas”.
Los límites
El arte permite evidenciar cuestiones que están siendo silenciadas, aunque a criterio del director existen situaciones extremas como “aquella que por sí misma deja en evidencia una separación entre lo permitido y lo prohibido”.
“Partamos de considerar que límite habrá siempre, incluso la libertad humana debe ser una libertad regulada. El arte (el teatro en este caso) no será una excepción, es solo que se deberá regular con las reglas propias del arte. Por ejemplo, en el teatro para niños ¿hay ciertas escenas que yo no puedo (no debo) exponer? Si la respuesta es sí, entonces no todo es representable. O mejor dicho: hay límites. Pero a medida que nos hacemos adultos esa frontera se va desplazando y permitiendo incluir más territorio. Así, todo puede subir al escenario siempre y cuando esté dentro de la regulación o de las leyes que son propias del arte y que permiten separarlo de aquello que no lo es. No todo puede (debe) ser sublimado, pero con el detalle de que quien sublima en el escenario es el actor. El espectador no está sublimando”, precisa.
Encarar un musical en tiempos de crisis económica tiene características específicas. “Para todo artista el dinero es un problema y en particular en este género, que requiere de muchos aspectos técnicos para el montaje: el sonido, la iluminación, el espacio físico, la sala de ensayos y muchos otros. En Tucumán hay talento, hay materia prima, hay formación y hay deseo. La creatividad no solo es para armar un personaje o una puesta en escena, sino también para enfrentar las nuevas complejidades que nos confrontan junto con las viejas y no resueltas…”, admite. En ese contexto aparece también la disponibilidad del público de dinero para comprar las entradas.
“Otra situación que enfrentamos es la hegemonía de la moda, que apunta hacia un modelo que satisfaga las necesidades del mercado y no necesariamente se relaciona con el hecho artístico. No tiene sentido ignorar su existencia”, reconoce.
“Mi amigo hormiga” llega precedida de premios y reconocimientos, pero eso no pesó en la propuesta tucumana. “Sí tiene para mí mucha incidencia estar dirigiendo a Celeste, hija de quien fuera mi maestro Juan Antonio Tríbulo, o a Camila, a Nico y a los otros chicos talentosos y muy formados que son parte del proyecto porque nunca será suficiente lo que diga para elogiar a mi elenco enamorado de sus personajes, en una obra que se estrena al mismo tiempo en España y que se proyecta en Panamá y en México. Uno tiene la responsabilidad de estar a la altura de los objetivos trazados”, reconoce.